El brote de peste porcina africana en Cataluña, detectado en animales salvajes en Barcelona, ha encendido las alarmas en un sector que hoy depende en gran medida de la exportación. Aunque los primeros positivos se limitan a jabalíes, la industria recuerda la crisis de 1997, cuando la peste porcina clásica obligó al cierre de 3.000 granjas y al sacrificio de 1,2 millones de animales.

Tres décadas después, el escenario es distinto y más complejo. Cataluña produce cerca de 8 millones de cerdos al año, muy por encima de los niveles de 1997, cuando registraba alrededor de 700.000. Este crecimiento ha consolidado un modelo dominado por grandes empresas integradoras y menos explotaciones: unas 5.000 frente a las 14.000 que existían a finales de los 90.

En 2023, las exportaciones de porcino desde Cataluña superaron los 3.200 millones de euros, por lo que el reciente anuncio de restricciones por parte de países como Japón y México preocupa al sector. 

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La profesora Esther García, del Departamento de Ciencia Animal de la Universitat de Lleida, advierte que los vetos podrían generar excedentes y presionar aún más los precios, ya en niveles históricamente bajos.

Las asociaciones productoras consideran prematuro estimar el impacto económico del brote y mantienen la expectativa de que el Gobierno español consiga limitar los vetos internacionales a la provincia afectada.

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