Sídney (AFP) |
Las lluvias torrenciales que caen en Australia desde principios de semana alimentaron el viernes la esperanza de que lleguen a su fin los devastadores incendios forestales que han estado ardiendo fuera de control durante meses.
Estos incendios, que comenzaron en septiembre de 2019 alimentados por un clima particularmente caluroso y seco, causaron la muerte de 33 personas y quemaron más de 10 millones de hectáreas. Aproximadamente mil millones de animales murieron y más de 2.500 viviendas quedaron destruidas.
Se espera que las lluvias, que comenzaron a caer a principios de semana en algunas partes del estado de Nueva Gales del Sur, continúen en los próximos días. “Esto contribuirá a detener los incendios”, afirmó Shane Fitzsimmons, jefe de bomberos de las zonas rurales de estado australiano, el más afectado por esta crisis.
El viernes por la tarde no quedaba en Nueva Gales del Sur ningún incendio clasificado en el nivel de emergencia más alto, ni siquiera en el nivel de vigilancia, una situación casi inédita desde hace casi seis meses.
Los bomberos voluntarios que luchan diariamente contra las llamas afirman “estar felices”. Fitzsimmons, que se convirtió en el rostro de la batalla contra las llamas debido a sus múltiples intervenciones en los medios de comunicación, expresó su alegría cuando escuchó la lluvia.
“Evidentemente, no queremos que haya daños y destrucción a gran escala debido a las inundaciones, pero es un cambio bienvenido” después de meses de “tiempo caluroso y seco”, declaró a la cadena pública ABC.
Los incendios azotan Australia cada año durante el verano austral. Pero este año fueron particularmente tempranos e intensos debido a la sequía y a las altas temperaturas, fenómenos alimentados por el cambio climático.