EFE/AP Santiago 

 

La jornada de protestas de ayer martes en Chile dejó una bipolaridad entre marchas pacíficas y disturbios, que fueron dispersados con gases lacrimógenos y balines de goma, dos caras que comienzan a convertirse en la rutina de las manifestaciones que se están dando en el país.

Santiago se ha convertido en un espejo de lo que se vive en otras regiones, donde también se realizan a diario manifestaciones desde hace días a causa del descontento social.

Mientras en la Plaza Italia miles de personas protestaban en ambiente festivo con banderas y proclamas en contra del Gobierno por la desigualdad, unos cientos de metros más allá encapuchados se enfrentaban a las Fuerzas Especiales de Carabineros (Policía militarizada) entre pedradas y bombas lacrimógenas.

Entre las denuncias de violaciones de los derechos humanos durante la ola de protestas en Chile, el caso del joven gay Josué Maureira se ha convertido en uno de los más visibles por el cruel y escalofriante relato de su detención.

Este chico de 23 años, estudiante de Medicina de la Universidad Católica, denunció haber sido apalizado hasta quedar inconsciente, vejado por su orientación sexual, nuevamente golpeado hasta romperle el tabique nasal, violado con una porra, amenazado de muerte y encarcelado por supuestas agresiones a los agentes.