Paraguay se propone establecer una ruta turística, a semejanza del popular camino de Santiago, para unir los 30 pueblos jesuitas que se crearon entre los siglos XVII y XVIII, que además de por su territorio se extienden por Argentina, Brasil, Uruguay y Bolivia.
“Queremos establecer una ruta-camino de los jesuitas para unir los 30 pueblos a través de peregrinaciones, caminatas y eventos turísticos emulando un poco el llamado camino Ignaciano o el camino de Santiago”, reveló a la AFP el portavoz de la Secretaría de Turismo, Benjamín Chamorro.
La ruta jesuítica es actualmente el producto insignia del turismo paraguayo.
“Es cultura, es historia, es auténticamente la fusión del indígena guaraní con la cultura europea que hoy atrae a todo el mundo”, señaló en referencia a las otrora reducciones de aborígenes, que llegaron a su máximo esplendor en el tiempo de la expulsión de los jesuitas en 1769 por orden de la Corona española.
En esos espacios, se realizan ahora festivales culturales, rodeos, conciertos de música barroca y hasta juegos con niños que emulan las prácticas de la época.
– Patrimonio de la Humanidad –
Las misiones jesuíticas, ubicadas en las tierras que habitaban los guaraníes, han sido declaradas por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.
En Paraguay destacan las de las localidades de Jesús y Trinidad. Ambas se encuentran en las cercanías de Encarnación, la urbe colindante con la argentina Posadas, ciudades unidas por el puente internacional San Roque González, sobre el imponente y caudaloso río Paraná.
Las visitas son animadas con iluminaciones temáticas e intervenciones que recrean los sonidos de la época.
La arquitectura de los templos que todavía quedan o los restos de ellos, las imágenes de santos y pinturas que subsisten demuestran la exquisitez de su arte con técnica europea.
San Ignacio Guasú, la primera misión, fundada en 1609, recibe cada día a numerosos extranjeros, entre devotos católicos, curiosos, investigadores, intelectuales y estudiantes que preguntan sobre el vasto legado de la empresa jesuita, indicó el párroco Silverio Britos.
“San Ignacio Miní, una de las más completas, se encuentra 50 km más al sur, cruzando el Paraná, en territorio argentino”, destacó.
Entre las más completas están las once reducciones de material de adobe en la Chiquitanía, cerca de Santa Cruz, en Bolivia, protegidas de los depredadores por haber estado perdidas en la selva virgen.
“En la actualidad es completamente accesible visitar las más emblemáticas, no solamente por la conectividad sino porque las misiones también están instaladas de tal forma que personas con capacidad diferenciada puedan acceder a esos monumentos con sus sillas de ruedas”, explicó.
En Paraguay, hay también guías con lenguaje de señas y con sistema braille.
– Música y juego de pelota –
En las misiones jesuíticas habitaron hasta 100.000 indígenas guaraníes. Los pueblos llegaron a ser más de 60, pero fueron arrasados por los “bandeirantes” brasileños que capturaban a los indígenas para llevarlos como esclavos a Sao Paulo y Rio de Janeiro, relató el investigador y musicólogo Alberto Candia.
“En las misiones habitaron 894 músicos. Las iglesias poseían de 30 a 40 intérpretes estables, mientras en la plaza central, los aborígenes se aglomeraban al son de la música y del juego de la pelota, conocida como “manga ñeja-a”, precisó.
Al abandonar sus misiones, por sospechas de la Corona española de que los jesuitas se enriquecían en su detrimento, todo fue devastado.
“Se saqueó, destruyeron el patrimonio del nuevo mundo. Fue necesario que llegara la Unesco para que todos reconozcamos esta belleza patrimonio de la humanidad”, refirió el padre Silverio Britos.